Una dieta adecuada y equilibrada es esencial para un funcionamiento óptimo. Lo que comemos influye en nuestro trabajo, recreo, estado psicológico y salud. Teniendo en cuenta la abundancia de comida en las sociedades industrializadas, la continua existencia de deficiencias nutricionales es sorprendente. El problema más significativo, sin embargo, es el de la nutrición excesiva. El consumo excesivo de calorÃas, grasas, colesterol y sodio se ha relacionado con enfermedad cardiovascular, ciertas formas de cáncer, obesidad y otras dolencias.
Cambiar la dieta de un individuo no siempre resulta fácil. Las preferencias alimentarias están profundamente arraigadas e influidas por la familia y la cultura. Los grupos étnicos que emigran a otra cultura tienen más posibilidades de cambiar de lengua y de costumbres que de régimen alimentario. La comida adquiere un significado simbólico cuando las madres alimentan a los niños, las familias se reúnen a comer, se celebran fiestas, etc. Los estilos de vida demasiado agitados también influyen en la elección de alimentos. La comida rápida, que suele ser una solución fácil a un horario apretado, tiende a tener niveles demasiado elevados de sodio y calorÃas. Entonces ¿qué constituye una dieta sana, y cómo podemos, los profesionales de la salud, propiciar cambios positivos?